domingo, 20 de enero de 2008

Ejemplo empírico

Estas últimas entradas es un artículo entero y cohesionado sólo que respeta una máxima de edición web: texto en pequeñas dosis.
Con esto se consigue no comprometer a ése neonato y sibarita lector actual del que habla Verdú.
Cómo soy más clasicista, filológicamente hablando, prefiero el tratamiento del "amigo lector".

Y otro factor: si ésto se plantea como un género hipertextual, las dosis tienen que ser pequeñas pero además numerosas, participativas y sin un final cerrado.

Seamos objetivos...

Hablar de “el lector actual” es una blasfemia o una incongruencia porque actualmente hay tantos lectores como obras y si descontamos a esas personas que el informe PISA los acusa de no leer porque parece que leer blogs, fotologs, myspace, facebooks, es “no leer” para los rancios teóricos anquilosados, sí, esos que dan clases de “nuevas tecnologías aplicadas a la formación” con diapositivas y cintas VHS. Lo único que ocurre es que la sociedad cambia y con ella las manifestaciones culturales y una manifestación y reflejo de una cultura es su literatura. La literatura vivirá para siempre porque en cuanto alguien muestra un sentimiento de cualquier índole (amor, odio, tristeza, frustración…) la literatura se enriquece. Para los alarmistas y Bloomeros: El autor, el formato, el soporte y los géneros han muerto tal y cómo los conocíamos… es lo que hay.
Ahora a los teóricos, o bien podemos llorar y tirarnos de los pelos como plañideras academicistas o disfrutar de estas revoluciones.

No es una gran evasión

Y parece que Atreyu ha muerto con todo el reino que quería defender porque la ficción ha muerto y sólo ésta se propone para un puñado de frikis roleros o para un público infantil/infantiloide. Quizás la respuesta esté en que de por sí la realidad que nos toca vivir ya es complicada, kafkiana y un poco dadaísta por ello, leer algo que alude a una realidad verídica (que no verdadera) nos ayude a comprenderla o sentirnos acompañados en sensaciones y sentimientos más cercanos. Así nos puede hacer sentir más reconfortado la historia de una persona aburrida y rutinaria enamorada de su vecina de enfrente en cuya cama pone un letrero “todos menos tú” que una historia de una princesa encerrada en un castillo y custodiada por un dragón mágico con su correspondiente mágico tesoro (porque todos sabemos que las princesas encerradas no existen).
Y por último, el registro que debe dominar en una novela actual es el humorístico. Ya nadie quiere llorar con Corín Tellado o desenvainar kleenex con Danielle Steel si no que ése lector actual del que habla Verdú es un receptor que siempre tuvo un mal día y prefiere el humor como vía de escape.

Mimemos al lector, que para dos que hay…

Según Verdú, el texto debe de ser agradable, centrándose más en la forma que en un significado evasivo propio del género porque el texto se tiene que paladear y no tanto la historia que sólo sirve de marco o pretexto para generar expresiones lingüísticas. Si alguien leyó alguna vez a José Luis Alvite, sabrá que lo importante es cómo dice las cosas no lo que cuenta o si alguien ve la serie norteamericana House, sería un poco más de lo mismo ya que se sabe que va a terminar bien… pero no se sabe el proceso.
El consumidor de novelas contemporáneo, al ser tan listillo y seguramente con gafas de pasta, odiará las plantillas por su previsibilidad así que, tanto los libros de caballerías como las películas de Disney estarán fuera de su catálogo de ocio. Por ello el hilo argumental debe de ser variado, porque ya sabe qué va a ocurrir porque ya lo vio en otras películas de festivales alternativos o porque lo leyó en algún autor Checo de los años cuarenta.
Otro de los factores que se elimina es la avidez por llegar al final de la historia y conocer el desenlace imprevisible, o previsiblemente deseable… sin embargo en una novela hipertextual (válgale el término a los puristas) el final es una vulgaridad, es como la muerte celular en sí: una ordinariez porque todo el mundo lo hace.

La novela ha muerto, ¡viva la novela!

Parece que Vicente Verdú llegó a la conclusión de que hay que renovar y redefinir el concepto de novela, ya no sirve el todopoderoso nombramiento de Don Camilo alegando que una novela es todo libro susceptible de llevar ese nombre en sus tapas.
Después de ríos de tinta, de formalismos, rusos y académicos, después de horas y horas de teoría de la literatura, cañas en los bares y manzanillas en los casinos… ya no nos sirve el concepto, el formato y menos la fórmula de novela para designar a libros de papel de muchas páginas con historias de ficción dentro de ellas.
El lector medio de novela ya no es medio, porque se deduce que se ha leído todas las obras de Proust a los 12 años y actualmente, Paul Auster ya parece una niñería de parvulario… todo esto es porque el lector actual es cosmopolita, viajero, vividor, abierto a nuevas tendencias, versado en informática e internet, eminentemente culto y académicamente titulado, sólo me intriga un dato: ¿Cuándo lee?. He ahí uno de los factores que determinan la novela actual, el lector de hoy no tiene tiempo para leer y es muy exquisito y corrompido por la red, si lo que lee en un breve espacio de tiempo no le gusta, lo abandona. (*al final de este artículo encontrarán una demostración empírica).

jueves, 17 de enero de 2008

El discurso hipertextual llevado a la música

Aquí tenemos un claro ejemplo de interacción, de problemática de autoría, de duración infinita y sobre todo de diversión y creación artística sonora. Prueben y ya me dirán:
http://www.pianographique.net/datas/inter_uk.php